Mi tiempo de verano
Mi tiempo de verano
Una tarde, casi sin pensarlo en medio de una conversación, Carlos me propuso una idea interesante: «¿Qué te parece si este 2014 dedicamos al menos un fin de semana al mes a conocer más de Panamá? Poblados, ferias, festivales, hay mucho, pero mucho que desconocemos y que ahora que tenemos la oportunidad deberíamos descubrir.»
En enero, por ejemplo, fuimos a El Valle. No se trata de un sitio nuevo para nosotros (aunque sí para Víctor), pero sí de uno que nunca defrauda con su clima agradable, sus bajareques esporádicos, la niebla que cubre las montañas circundantes y su abundante vegetación.
Visitamos el Níspero, que tenía años de no pisar y quedé maravillada. Ha cambiado muchísimo, y para bien afortunadamente. Las vistas del Cerro El Gaital siguen siendo admirables, han aumentado su exposición de plantas y animales y han mejorado sus instalaciones, es en efecto un sitio hermoso para visitar con los niños y pasar una tarde agradable.
De este paseo a El Valle me quedo también con la comida espectacular que degustamos en el restaurante de La Casa de Lourdes y con la visita autoguiada que hicimos por las instalaciones del Hotel Los Mandarinos, que por supuesto ahora está en mi lista de hoteles en los que hospedarme en un futuro cercano.
Antes de volver a casa y enfrentarnos al embotellamiento descomunal que casi cada domingo se forma de camino a la ciudad de Panamá, recibimos un poco de inspiración recorriendo el sendero desarrollado alrededor del Chorro Macho, un paseo corto pero muy agradable, apto también para visitar con niños (se nota que éste es ahora un requisito importante para mí?)
Más adelante, durante el mismo mes, una tarde de paseo por el Parque Recreativo Omar, y casi «sin querer queriendo», descubrí el Musicalion. Tiene varios años realizándose, pero yo no tenía ni idea. Se trata de un evento de verano que conjuga buena música, energía, la brisa fresca del parque y mucha gente disfrutando al aire libre; he de decir que simplemente me enamoré.
No sé si cuando era pequeña se realizaban este tipo de actividades y yo no me enteraba o si se trata de un proceso evolutivo que tomó forma durante los ocho años que estuve fuera, pero el caso es que me encantó lo que vi y más aún disfruté mucho observando la forma en que la gente lo vivía. Durante ese primer contacto vi la presentación de la banda de música del Colegio Moisés Castillo Ocaña y unos días después repetí experiencia y tuve la oportunidad de ver y oír en vivo al barítono panameño Ricardo Velásquez. Salí encantada.
Unos días más tarde, comenzando con las actividades de febrero, partimos hacia la tierrita de mis vacaciones de verano, Penonomé. Se iba a desarrollar un festival llamado Arte en el Parque, organizado por la fundación del mismo nombre, y mi tía, Sonia Solanilla Morales, artista panameña, iba a recibir un reconocimiento por su apoyo y participación.
Era la octava edición de este festival, y nuevamente, yo no me había enterado de su existencia hasta ahora. Solamente diré que fue un muy feliz descubrimiento. Una actividad que reunía algunas de mis cosas favoritas, como reza la canción de La Novicia Rebelde: naturaleza, buen arte, música y la deliciosa brisa de verano.
La fundación Arte en el Parque ofrece esta actividad como una ventana abierta a artistas nacionales y extranjeros para que muestren (y vendan) su obra utilizando como marco un sitio espectacular, el parque 8 de diciembre de la ciudad de Penonomé. Además otorgan becas a estudiantes de la carrera técnica de Bellas Artes del INAC y cada año sortean una obra que algún artista dona para este fin. La de este año, fue la obra Encajes de Luna, cortesía de mi tía Sonia Solanilla Morales (lastimosamente no salí agraciada en el sorteo).
La actividad se desarrolló durante los días, 7 y 8 de febrero de este año. El primer día fue de música bajo las estrellas y la orquesta filarmónica de la Universidad de Panamá fue la encargada de amenizar la velada y por supuesto, la brisa penonomeña la encargada de transportarla. El sábado fue el día grande, el día en que el nombre del festival expresa a gritos su significado. Decenas de cuadros y pinturas distribuidos por todo el parque 8 de diciembre pululaban sobre bancas, bajo árboles, sobre raíces, embelleciendo el cercado, tomándose el gazebo; en pocas palabras color, formas e inspiración por doquier. Nunca había estado en una actividad de este tipo y la verdad, quedé maravillada; no solo me encantaba lo que veía, sino también lo que percibía. Estaba rodeada de gente interesada en la cultura, en el arte y en pasarlo bien, gente que había venido de diversas partes del mundo para admirar la obra de artistas panameños y extranjeros, noveles y veteranos.
Y lo único que, a mi juicio, habría puesto una segunda guinda sobre este asombroso pastel era la venta de comida y postres tradicionales penonomeños, ya que cuando llega el hambre, el raspao refresca, pero no llena.
Si las circunstancias me lo permiten el próximo año repetiré Musicalion y Arte en el Parque. Durante el mes de marzo, nos trasladamos a la provincia de Colón, donde redescubrimos el Hotel Melia Panama Canal, con su asombrosa edificación que otrora albergó la tan conocida Escuela de las Américas, alma mater de algunos de los dictadores de nuestras América Latina, pero esta historia la dejaré para el siguiente post.
Y ya entrados en el mes de abril, sigo a la búsqueda de la siguiente visita que me haga conocer y disfrutar un poquito más de mi Panamá.
Marisela
Me gusta!
Carlos Ho Diéguez
Muchas gracias Marisela.
Fotos de la semana Nº 4, 2014: El encanto del Valle de Antón | El perro viajante
[…] principios de este año hicimos una visita en familia —de la cual hablé en un artículo previo—, corta pero gratificante, durante la cual visitamos algunos de los destinos más conocidos del […]
Marilyn Dieguez
Encantador…