—Qué buena vida esta, ¿no? —le dije a mon ami Kevin mientras contemplábamos el Caribe panameño en Coco Bandera, en el archipiélago de San Blas o Guna Yala.
—Así es —me respondió él, después de tomar un sorbo de agua del coco que unos minutos antes un guna había abierto con un machete—. Me pregunto qué tan caro sería volver aquí en uno de esos —prosiguió, señalando a un catamarán anclado cerca de la playa en la que nos encontrábamos.
Aquella conversación se quedó grabada en mi memoria y durante los siguientes meses estuve investigando sobre el tema. San Blas es uno de mis destinos preferidos del mundo y es en mi opinión, donde se encuentran las mejores playas de Panamá. Pero nunca lo había visitado en un velero. De hecho, nunca había navegado en un velero.
Cuatro meses después, Kevin y yo, junto a otros amigos europeos, nos encontrábamos a bordo del velero Cinco, frente a Isla Verde, en el archipiélago de San Blas. Me puse en contacto con los chicos del Cinco gracias a otros españoles, Marina y José, del velero Moskito Valiente, con quienes hablé tras ver un anuncio publicado en un grupo de Facebook de Españoles en Panamá. Si bien el Moskito Valiente solamente tiene espacio para 4 pasajeros, Marina nos consiguió otro barco en el que viajar y además nos gestionó la logística del transporte por carretera desde la Ciudad de Panamá hasta el puerto de Cartí, así como la lancha desde Cartí hasta Isla Verde, donde nos encontramos con el Cinco.
Nada más llegar, nuestros anfitriones, Jaad y Lourdes, nos agasajaron con un delicioso aperitivo mientras conversábamos sobre los planes para los siguientes dos días. Hacía mal tiempo y nuestra solicitud original de ir a los Cayos Holandeses era muy complicada para el poco tiempo de que teníamos, dado que había fuertes vientos en contra de esa dirección. Jaad sugirió que nos quedáramos en Isla Verde unas horas para luego partir hacia Ordupdarbocuad, en los Cayos Coco Bandera. De pronto, nuestra conversación se vio interrumpida por la llegada de un pequeño cayuco donde dos gunas traían langostas y pulpos recién atrapados. Los crustáceos seguían vivos, como debe ser, y agitaban sus colas mientras Jaad posaba para nuestras fotos. —Espero que os guste la langosta, de lo contrario no os va a apasionar la cena —bromeó Jaad.
Para pasar el tiempo, decidimos sumergimos en las aguas que rodeaban al Cinco, contemplando las estrellas y erizos de mar mientras el fuerte oleaje nos llevaba cada vez más lejos. Poco antes de que Jaad, preocupado al ver cómo nos perdíamos en la distancia, nos fuese a buscar en una pequeña lancha, Natalie y yo tuvimos el privilegio de ver a dos preciosas rayas águila deslizarse por debajo de nosotros. Debo confesar que el snorkel y el buceo me encantan y creo que estoy aprovechando muy poco el vivir en un país tropical con dos océanos a una hora de viaje entre sí.
La oscuridad del ocaso se acercaba cuando llegamos a Ordupdarbocuad. Jaad y Lourdes anclaron el Cinco poco antes de un arrecife de coral y nos dijeron que podíamos hacer un poco de snorkel mientras preparaban la cena. Si bien no tuvimos mucho tiempo para disfrutarlo, por el atardecer, este arrecife estaba repleto de cardúmenes y a mis amigos les encantó. No os preocupéis, mañana tendremos mucho tiempo para explorarlo —nos dijo Jaad al volver—. Os llevaré alrededor de aquella pequeña isla, donde hay un arrecife que es mejor; incluso tiene un pecio.
En unos pocos minutos, nuestros anfitriones nos habían traído una botella de ron, y mi amigo Kevin estaba ocupado preparando unos mojitos. En San Blas es complicado abastecerse, con lo cual habíamos traído nuestros propios ingredientes: menta, agua con gas, Angostura, etc. A Kevin se le ocurrió también preparar mojitos con el agua de un coco recién cortado.
Era difícil imaginar una mejor vida: sentados en la cubierta de un precioso velero, en un archipiélago paradisíaco en medio del Caribe, sorbiendo mojitos de coco y menta. Pero como suele decir mi padre, siempre puede ser mejor. En unos pocos minutos llegó la cena. Las langostas que habíamos visto llegar vivas al Cinco, ahora estaban sobre nuestros platos acompañadas de arroz y plátano maduro.
Tras disfrutar de tan exquisito banquete, nos dedicamos a jugar a las cartas acompañados de más mojitos, mientras conversábamos sobre lo increíble que estaba siendo esta experiencia. Es sorprendente la gran cantidad de cosas que hay por hacer en esta vida y que ninguno de nosotros hubiese disfrutado de algo así antes. —¿Por qué nos tomó tantos años plantearnos hacer algo así? Y sobre todo ¿por qué nos tenemos que ir mañana? —me reprochaban mis amigos. Les entendía perfectamente. Si bien, al vivir en Panamá, tenía la oportunidad de hacer esto en otro momento, lo cierto es que ni yo mismo quería abandonar el Cinco y San Blas. Nuestra conversación giró hacia un gran plan para algún día navegar por todo el Caribe, recorriendo desde Trinidad y Tobago hasta las Bahamas. Les mostré una guía que compré hace mucho tiempo, sobre viajes por las islas del Caribe, y les dije que no olvidaran esta idea. Algún día la llevaremos a cabo, aunque tal vez tengamos que practicar primero con una pequeña gira por las islas griegas…
A la mañana siguiente, tras un rápido desayuno, nuevamente nos encontramos sumergidos en las cálidas aguas de Guna Yala. Jaad nos llevó al arrecife cercano a Ordupdarbocuad, donde estaba el pecio del que nos había hablado la tarde anterior. El mar estaba agitado, pues era la época seca, que viene acompañada de mucho viento, pero esto no impidió que disfrutásemos de la belleza de los corales. —¡Acabo de ver un par de rayas! —gritó Jurgen. Ese día yo no tuve tanta suerte, pero solamente el estar allí, sobre el coral, entre una enorme cantidad de peces pequeños de todo tipo de colores, era suficiente para mí. O más bien, me daba más ganas de hacer estas cosas más a menudo.
Eventualmente, aquello que habíamos temido finalmente llegó. Teníamos que iniciar nuestro largo camino de regreso a la Ciudad de Panamá. El Cinco empezó a navegar hacia la isla de Cambombia, donde nos encontraríamos con una lancha para ir hasta el puerto de Cartí. En la travesía, nos ubicamos en la cubierta para disfrutar de la brisa marina y el paisaje.
Para mi sorpresa, de pronto vi a babor una aleta dorsal. Un delfín nos estaba acompañando para despedirnos. En tantos viajes en barco que he hecho en Panamá, nunca había visto uno hasta ese momento. Rápidamente llegamos a Cambombia y nos preparamos para nuestro viaje hasta Cartí. Una vez llegó nuestro próximo transporte, nos despedimos de Lourdes y Jaad, quienes con su amabilidad y buen humor hicieron que este viaje fuese digno de recordar, para ansiar repetirlo, pero por muchos más días. Estoy convencido de que más pronto que tarde nos volveremos a reunir.
Unos meses después, mi amigo Frank me comentó que Kevin le había propuesto volver a Panamá en septiembre. ¿Qué les interesaba a ambos? Más días en San Blas. Pues sí, parece que será más pronto que tarde…
Si bien una buena parte de esta historia se centra en el excelente servicio que Jaad y Lourdes nos proporcionaron, vale la pena recalcar algo que mencioné al principio. La ayuda inicial de Marina, del Moskito Valiente, fue imprescindible para poder llevar a cabo este viaje. Ella nos puso en contacto con todos los actores necesarios: los chicos del Cinco, los muchachos de la lancha y el conductor del auto que nos llevó a Cartí. Siempre estuvo atenta a nuestras preguntas y necesidades, incluso cuando ya estábamos en San Blas y los chicos de la lancha, no encontraban el Cinco (estaba en otra isla, no en la que ellos esperaban).
Si te interesa preparar un viaje en velero por San Blas, échale un vistazo a la página del Moskito Valiente, donde podrás encontrar más información al respecto.
Si quieres ayuda planificando un viaje a San Blas por tu cuenta, puedes enviarnos tu consulta a través de nuestro formulario de contacto.
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[…] visitas a estas bellas islas, pero fue la primera la más memorable de todas, principalmente porque recorrimos el archipiélago en un velero. Para quienes estén familiarizados con navegar en ellos no será ninguna sorpresa que mis […]
Soy brasileño, estou camiñando, (soy cristiano) de Brasil a mexico. Estoy bucando una oportunidade para cambiar trabajo en trasporte. Se puede ayudar a mi, les agradesco.
Ahojo estoy trabajando voluntario en un hostal en cartagena, ate conseguir con que llegar hasta panama, el mexico.
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Gilvanio
Ola,
Soy brasileño, estou camiñando, (soy cristiano) de Brasil a mexico.
Estoy bucando una oportunidade para cambiar trabajo en trasporte.
Se puede ayudar a mi, les agradesco.
Ahojo estoy trabajando voluntario en un hostal en cartagena, ate
conseguir con que llegar hasta panama, el mexico.
Att: Gilvanio.
Carlos V. Ho Diéguez
Hola Gilvania y bienvenido al perro viajante.
Lo lamento, no conocemos de ninguna oportunidad de trabajo.